
La fiesta de cumpleaños, 1887
Fuente: https://www.wikiart.org/
Un cumpleaños es como encender una antorcha en el camino: ilumina lo recorrido y alumbra lo que aún está por descubrir. Celebramos un año más, pero sobre todo es un recordatorio de que seguimos caminando con propósito, dejando huellas únicas en la tierra que habitamos, al sistema inmunológico le agrada este detalle especial, se fortalece.
Cada celebración es un acto biológico de reconocimiento: decirle a la mente y al cuerpo que valió la pena llegar hasta aquí. El sistema nervioso despierta, libera chispas de neurotransmisores que nos llenan de alegría, y el sistema inmune recibe el mensaje de que la vida tiene sentido, fortaleciéndose como un guardián inspirado.
Honrar la vida en un cumpleaños es abrazar la neurociencia del asombro: agradecer y liberar serotonina, compartir y multiplicar oxitocina, reír y encender endorfinas. Esta sinfonía interior nos hace sentir plenos y nutre cada célula, recordándole que estamos vivos para algo más grande que nosotros mismos.
La existencia no se mide solo en años, sino en la capacidad de reconocer la trama invisible que nos sostiene: la red neuronal que guarda recuerdos, el sistema inmunológico que vela en silencio, y el corazón que late como tambor celebrando cada instante.
Hoy, al honrar mi cumpleaños, elijo mirarlo como algo más que el paso del tiempo, es una danza entre mis células y mi propósito. Celebrar es sanar, agradecer es fortalecer, y vivir con sentido es mi manera de decirle a la vida: gracias por la oportunidad de seguir encendiendo esta antorcha cada día.
