Gente que Cuenta

Relación padre hijo, por Getulio Bastardo

Jose Gil de Castro Atril press
José Gil de Castro, (1785–1841)
Don Ramón Martinez de Luco y su hijo Fabian, 1816
Fuente: https://picryl.com/

Para comprender este conflicto, es necesario remontarnos en la historia y referirnos al conocido complejo de Edipo, que describe la rivalidad que puede surgir cuando el niño compite inconscientemente con el padre por el afecto y la atención de la madre.

Cuando el padre está presente tanto física como afectivamente, este conflicto suele resolverse de manera natural. El niño, en lugar de rivalizar, termina identificándose con el padre: lo admira y llega a pensar algo así como: “Cuando yo crezca, seré tan fuerte y poderoso como él, y podré conquistar a las mujeres que quiera. Por ahora, puedes quedártela”. En ese momento, la tensión edípica se disuelve de forma satisfactoria, fortaleciendo el vínculo entre ambos.

Cuando no existe un padre cercano, pero sí una figura paterna sustituta —un abuelo, un tío, un hermano mayor o incluso un amigo de la familia—, el conflicto también puede resolverse adecuadamente.

El verdadero problema surge cuando el padre está presente en lo físico, pero ausente en lo psicológico, o cuando su influencia resulta dañina. Hablamos aquí de un comportamiento pernicioso, que incluye agresiones físicas y verbales hacia la madre o los hijos, castigos crueles, humillaciones y violencia en distintas formas.

En ausencia de un modelo positivo con el cual identificarse, el conflicto edípico queda sin resolver y se convierte en una herida que crece junto con el niño. Esto puede traducirse en confrontaciones intensas no solo con el padre maltratador, sino también con otras figuras de autoridad, o incluso en una destructiva hacia uno mismo, manifestada en depresión, conductas violentas o consumo problemático de sustancias.

Si el individuo, porque no se puede llamar padre, sigue presente, la confrontación no es entre padre e hijo, sino entre dos hombres, uno que guarda humillaciones y por lo tanto rencor y rabia y otro que sigue haciendo lo que siempre hace, pero ya no impunemente.

Es confrontado con las mismas armas o peor aún con indiferencia o abandono sin remordimientos.

El conflicto entre padres e hijos no tiene por qué ser un callejón sin salida. Cuando existe amor, presencia y un ejemplo sano de autoridad, esa tensión inicial se convierte en una oportunidad de crecimiento. La clave no está en negar el conflicto, sino en darle un cauce constructivo que fortalezca los lazos familiares y ayude a formar adultos más seguros y equilibrados.

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Getulio Bastardo Médico psiquiatra clínico, profesor universitario jubilado en Venezuela y activo en Perú, casado, con seis hijos y seis nietos. Soy un viejo feliz getuliobastardo@yahoo.com.mx
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