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El 7 de septiembre de 1872, el Mary Celeste, un bergantín mercante estadounidense, zarpó del puerto de Nueva York, llevando un cargamento de 1.700 barriles de alcohol con destino a Génova. El 5 de diciembre, a mitad de camino entre islas Azores y Portugal, fue avistado a la deriva, con las velas parcialmente desplegadas, por otro bergantín llamado el Dei Gratia.
No responde a señas o banderas, tampoco hay tripulación en cubierta. Cosa curiosa que el capitán de la nave canadiense y su segundo oficial decidieron investigar. David Morehouse y Oliver Deveau abordaron. Una vez en cubierta, pensando que los del Mary Celeste podían haber fallecido por alguna peste, inspeccionaron los camarotes y toda la embarcación, desde la popa hasta la proa.
No encontraron a nadie. Ni vivos, ni muertos. Los efectos personales de su capitán, así como los de los tripulantes estaban intactos, la bodega de provisiones bien abastecida, su cargamento de alcohol completo. No había rastro de violencia, sangre, ni fuegos, tampoco mercancía robada, poniendo en duda las sospechas de motín, asesinato y piratería.
Hacía aguas por una diminuta filtración en el casco, pero nada tan grave como para abandonar el barco. Los trapos, palos y vergas estaban perfectos, el timón también funcionaba. Aún podía navegar sin problemas. Lo único que faltaba era un bote salvavidas. Todo indicaba que abandonaron voluntariamente el Mary Celeste.
¿Por qué? Eso se preguntaron Morehouse y Deveau.
En el castillo de popa, habitación y despacho del capitán Benjamin Briggs, encontraron la bitácora, junto a sus pistolas y espada. El último párrafo en el cuaderno corresponde a las ocho de la mañana del 25 de noviembre, diez días antes de ser encontrado.
Según el sobordo, iban nueve personas en el Mary Celeste: el capitán Briggs, su esposa Sarah y su hija, el segundo oficial Andrew Gilling, el sobrecargo Edward William Head y cuatro marineros oriundos de las Islas Frisias, los hermanos Volkert y Boz Lorenzen, Arian Martens y Gottlieblo Goudschaal.
Fue llevado hasta Gibraltar, donde una junta de investigación británica intentó esclarecer la causa de su evacuación, pero sin éxito. Jamás se volvió a saber de sus tripulantes y su desaparición continúa siendo un misterio.
¿Qué les sucedió? Nadie lo sabe.
Es por ello que el nombre de Mary Celeste se ha convertido en sinónimo de barco fantasma.
