
Imagen generada por la IA
Siempre me han parecido las plazas, locales de espectáculo sin programa. Uno siempre encuentra algo que le llama la atención: desde una ardilla perseguida por un gato hasta una pelea de niños que se convierte en una pelea de padres. En esta oportunidad, llamó mi atención un grupúsculo reunido alrededor de un hombre subido a un banco desde el cual predicaba tal cual las imágenes que yo recordaba de los profetas en los libros de Historia Sagrada.
El centro de su prédica estaba en convencer al escaso y efímero auditorio de que era ridículo esperar que los problemas del mundo y del planeta se fueran a resolver por iniciativas sociales, nacionales, internacionales o planetarias.
─ ¡La ONU nunca conseguirá la paz mundial! ─ gritaba a pleno pulmón ─ pero tú sí puedes sembrar paz.
Dos ciclistas que se habían detenido por curiosidad arrancaron con indiferente pedaleo.
─ Es tu conciencia, amigo mío… y la mía … y la tuya… y la tuya las que pueden hacer algo y no necesitan una asociación, ni un comité, ni una organización internacional.
Los supuestos poseedores de las conciencias señaladas siguieron el camino de los ciclistas mientras otros ocupaban su lugar.
─ Las guerras son solo por avaricias disfrazadas de buenas intenciones… ¡abandona tu avaricia y sembrarás paz!… ¡huye de ella como de una plaga!… sé generoso con los que te rodean… hazlo tú, tú solo, no esperes a nadie…
─ ¡Eso es inútil y estúpido! ─ gritó alguien.
El “profeta”, en ese momento, saltó del banco y parecía buscar al que había dicho aquello mientras, indignado y con voz cada vez más alta, sostenía que nos habían convencido de la inutilidad del ejemplo individual, nos habían degradado a rebaño, nos estaban insultando y burlándose de nosotros porque si uno solo se decidía a ser diferente, sería posible que otros lo imitaran, y que otros imitaran a los que comenzaron a imitar… y entonces…
Dos policías aparecieron y controlaron al “profeta” ante el aplauso general de quienes desaprobaban la presencia de locos en el parque. Sin pensarlo, me acerqué a los guardias y les pedí que no se lo llevaran, que era familia mía y que yo me encargaría, al fin y al cabo, no le había hecho daño a nadie.
Lejos de la plaza, me agradeció y yo le aseguré que no creía que estuviera loco, en todo caso sí que era un poco iluso y que ser iluso es peligroso.
─ También vivir es peligroso… y hay que hacerlo.
Lo vi perderse, seguro buscando otra plaza.

Profesor universitario de Literatura del Renacimiento y Teatro Contemporáneo. Escritor de ficción para cine, televisión y literatura, especialmente policial. Sus novelas “Por poco lo logro” y “Serpientes en el jardín” se consiguen en Amazon. Ha creado y dirigido Diplomados de Literatura Creativa y de Guion audiovisual en la Universidad Metropolitana de Caracas. Actualmente mantiene un programa de cursos virtuales relacionados siempre con la Narrativa en todas sus formas.
josemanuel.pelaez@gmail.com