
Aristide Bruant en su bicicleta, 1896
Fuente: https://www.meisterdrucke.fr/
Por la calle iba un señor con una especie de triciclo muy particular. Se notaba que era de fabricación casera, por decirlo eufemísticamente; las ruedas eran viejos cauchos de vehículo. No tenía ni siquiera pedales. A lo sumo no resultaba superior a una carretilla para recoger desechos y como tal, en efecto, la usaba.
El señor iba cantando a voz en cuello. Yo me quedé mirando tanto el armatoste como al conductor, si es que así podía llamarse. Me miró sonriendo y soltó la misma frase que dijo Don Vito Corleone justo antes de morir (si usted no sabe cuál es, vaya a leer un poco).
En esas viene otra persona, conduciendo un vehículo de lujo, último modelo. Se notaba que era recién comprado, porque aún conservaba los plásticos en el asiento. El hombre que conducía comenzó a tocar corneta y a insultar porque a su juicio el del triciclo rudimentario no lo dejaba pasar.
Este al final se hizo a un lado. El otro pasó como un rayo, mientras seguía tocando corneta, soltando insultos y sacando el dedo medio por la ventanilla. En la esquina siguiente giró como un demonio, dejando una marca en el pavimento. El del triciclo me miró nuevamente, se encogió de hombros y siguió cantando, calle abajo.
La escena sería propicia para ilustrar esos ejemplos de que el dinero y las cosas no dan la felicidad, etc. En efecto, uno podría pensar que el hombre del vehículo lujoso no tendría por qué quejarse, si aparentemente le va bien; y el del triciclo aparentemente no tendría tantas razones para estar feliz, porque vive de recoger desechos.
Pero, no puede uno suponer. Yo no sé de dónde venía ni para dónde iba el del vehículo. Tal vez se acababa de robar el carro. O lo acababan de robar a él. Tal vez le habían dado una mala noticia e iba o venía del hospital por algún familiar o ser querido. Qué sé yo. Tantas cosas. Ya saben lo que dicen: caras vemos…
No me he vuelto a encontrar a ninguno de los dos. Posiblemente el del vehículo estaba teniendo un mal día y el señor del triciclo solo estaba teniendo un buen día, en los términos que eso signifique para cada uno. Digo, quizás el del carro siempre es alegre y el del triciclo siempre amargado; pero yo los vi en un día excepcional.
Por eso es que a veces, solo a veces, estoy de acuerdo con los que dicen que la felicidad no existe. Y cuando pienso en eso, digo que no quiero ser feliz, sino simplemente tener buenos días, muchos días.
