
Zamenhof kuiras supon el lingvoj – Esperanto – Zamenhof cocina una sopa de idiomas: esperanto, 2025
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Hay personas que no se quedan en deseos, sino que pasan a la acción, y ese es el caso, allá por 1887, de un médico polaco llamado Ludwik Zamenhof, que había crecido en Białystok, una ciudad donde polacos, rusos, alemanes y judíos se miraban con más recelo que cariño.
Él creía que muchos conflictos nacían de la falta de entendimiento entre culturas y pensó: «Si nos habláramos en la misma lengua, tal vez nos matamos igual, pero al menos nos entendemos». Así, ingeniosamente, inventó un idioma facilísimo de aprender. Nada de conjugaciones infernales ni plurales caprichosos: los sustantivos terminan en -o, los adjetivos en -a, los adverbios en -e, y punto. Con apenas 16 reglas básicas, puedes empezar a hablarlo. Un idioma tan lógico que, si lo hubieran enseñado en las escuelas, todos lo hubiésemos aprendido.
Zamenhof lo llamó «Lingvo Internacia», y firmó su primer manual con el seudónimo «Esperanto», que significa «el que espera». ¡Y vaya si esperó!
La idea era noble: un idioma neutral para evitar que franceses, alemanes y demás vecinos se mataran por ver quién imponía su lengua. Pero Europa estaba ocupada preparando guerras y nadie quiso entender que aquel galeno había inventado un puente, no un muro.
Ahora, más de un siglo después, el esperanto sigue vivo. ¿Esperando?
Hay una comunidad activa de hablantes estimada entre 100.000 y 2 millones de personas, repartida en todo el mundo (muy precisa la cifra hallada por Google, ¿no?); se publican libros, revistas, pódcast y videos en esperanto. Incluso hay traducciones de clásicos como «El principito» o «El Quijote».
Anualmente se celebran eventos internacionales, como el Congreso Mundial de esperanto, e Internet le ha dado un nuevo impulso, con cursos gratuitos (por ejemplo, en Duolingo) y foros de discusión.
En 2012, Google incluyó el esperanto como idioma de su traductor, y Wikipedia tiene una versión con más de 300.000 artículos en esta lengua.
El esperanto no ha parado ninguna guerra, pero ha logrado que, por ejemplo, un ruso y un español puedan discutir de política sin necesitar traductor. Y solo por eso, Zamenhof, con su bigote y su corazón de idealista, merece un lugar entre los locos adorables que quisieron arreglar el mundo con palabras.
Sí, el esperanto todavía se usa: ¡aún espera alcanzar el sueño de ser el idioma universal que su creador imaginó!
Feliĉan dimanĉon, karaj legantoj!
Ĉu vi pretas lerni Esperanton? (*)
(*) ¡Feliz domingo, queridos lectores!
¿Se animan a aprender esperanto?
