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Balzac dijo en una ocasión que en literatura es vano querer buscar el éxito en lo repetido, porque el éxito siempre se da en lo único y singular (algo así). Pero al parecer esto como que no aplica en la música, o por lo menos en lo que concierne a la industria del pop.
Cada cierto tiempo parece que tienden a repetirse o a tratar de repetirse ciertas fórmulas. Por ejemplo, los grupos de tres chicas afroamericanas. Aunque Pointer sisters comenzó siendo un cuarteto, la salida de la mayor las convirtió en un trío.
Al cabo de un tiempo, se volvió a aplicar la receta, y funcionó, con Destinys childs, conformado por las talentosas Beyoncé Knowles, Kelly Rowland y Michelle Williams. Curiosamente, al principio también fue un cuarteto.
Pero estos no son los únicos ejemplos, la lista de grupos vocales de tres chicas es larga. Otro de los que dejó huella fue The Supremes, entre los más exitosos del soul, con Florence Ballard, Mary Wilson y la reina de la canción romántica en inglés: Diana Ross.
Seguimos con los ejemplos: está también el chico afroamericano que baila muy bien y que canta con una voz suave o dulce. El ejemplo es el archifamosísimo rey del pop, Michael Jackson; uno de sus continuadores sería Usher. Por cierto, Michael salió de un grupo de cinco afroamericanos, tal como lo fueron en su momento los Platters (aunque estos últimos eran cuatro hombres y una mujer).
También ha habido unas cuantas agrupaciones de cinco chicos blancos que cantan y bailan, al modo de Menudo. Los Back Street Boys serían a los 90 lo que New Kids on the block a los 80. Aunque la avalancha de las boys band no termina allí, como lo demuestra la presencia de One direction en la última década.
Luego, está la chica bonita y rubia que parece salida de la secundaria: Olivia Newton John en los 70, Debbie Gibson para los 80 y Britney Spears en los 90. Todas surgen al final de cada década. Y en la última de las mencionadas el asunto de la escolarización era más obvio, pues decidió hacer su video promocional vistiendo el uniforme colegial.
Este fenómeno me recuerda, de algún modo, lo que hacen los niños con las historias que les cuentan los padres: otra vez, otra vez… Y aunque a mucha gente parece agradarle, a mí me resulta latoso, porque lo reiterativo atenta contra la emoción. Es como cuando ocurre una jugada sorprendente en el deporte: la repetición te permite volver a vivirla, pero nunca será igual, ya que no tiene el efecto sorpresa de la primera vez.

valenciano, autor de “Olímpicos e integrados”, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y “Página Roja”, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
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Foto Geczain Tovar