Gente que Cuenta

Cuerpo y paisaje,
por Soledad Morillo Belloso

Edvard Munch Atril press
Edvard Munch,
Noche de verano, Inger en la playa, 1889
Fuente: https://commons.wikimedia.org/

Mis pies aprenden el ritmo del suelo. La arcilla se curva bajo mis pasos como si reconociera la forma de mi espera. Cada grano me canta su historia, susurrando en la planta de mis pies: “todo lo que tocas te transforma”.

El viento moja mi espalda como si fuera savia, no aire. Y en cada poro se recoge un suspiro que no me pertenece, pero me habita. Avanza lento, como si leyera mis líneas, como si supiera dónde guardar calor sin quemar.

Las manos, lentas, rozan el tronco rugoso de un árbol. Se hunden en grietas como en memorias, como si la corteza llevara secretos que solo la piel descifra. Un estremecimiento, y los dedos se vuelven raíz. Ya no tocan, germinan.

La luz de la tarde cae sobre mis hombros, y el calor no arde, acaricia. La sombra de una nube cruza mi pecho sin pedir permiso y deja un hueco dulce, como si algo en mí supiera desaparecer sin perderse del todo.

El silencio se posa en mi lengua: no como ausencia, sino como sabor de piedra húmeda, como palabra que aún no nace pero tiembla en la boca, esperando un gesto más que una voz.

El cuerpo no mira al paisaje, lo respira. No se impone, se acomoda.

Se curva como rama bajo peso invisible, y en ese gesto, todo lo externo se vuelve interno.

Soy marea cuando el corazón late con la luna, soy agua cuando el recuerdo fluye sin forma, soy arena cuando los pensamientos se disuelven y solo queda la piel conversando con el mundo.

No hay frontera: hay comunión. Una escucha que no pregunta, que solo toca y comprende. En ella, el cuerpo se vuelve eco del paisaje que también respira a su manera.

Y cuando el cuerpo calla, el paisaje no se aleja: se posa en la piel como humedad suave, como aroma que se desliza sin nombre. La luz se enreda entre los dedos, el sonido del mundo tiembla en la garganta.

No hay palabra, pero hay latido, hay roce, hay sombra tibia en la nuca que no se olvida. Así se aprende a estar sin apretar, a dejarse tocar por lo que ocurre apenas. Y en ese silencio que sabe a sal y a tierra, el cuerpo y el mundo comparten el mismo pulso.

Captura de Tela 2021 09 03 às 16.41.56
Soledad Morillo Belloso
Escritora, novelista, cuentista, ensayista, periodista, articulista.
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

de la misma autora

12

Compartir en

    ¡Suscríbete a nuestro Newsletter!