Azul desteñido – Luli Delgado
Me contaba una amiga brasileña que en el pueblo de su juventud las muchachas casaderas pasaban la semana cosiéndose el vestido que irían a lucir el domingo a la hora de la Misa, y después en la plaza frente a la iglesia.
La intención del vestido semanal no era tanta para lucirle a los eventuales pretendientes, sino a las otras muchachas, y, sobre todo, a las posibles suegras, que eran por último quienes les darían el visto bueno.
Se trataba del santo y seña con el que por generaciones la gente “bien” de su pueblo se reconocía, escogía y preservaba para las que venían atrás.
Resulta que ahora que tenemos una plaza virtual donde proyectarnos hacia donde nos parezca, continuamos presos a la misma noria, una noria ciberespacial, pero noria a final de cuentas.
En las redes, procuram...