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José Alejandro Moreno Guevara

Hechos de la vida, por Alejandro Moreno
98c, José Alejandro Moreno Guevara

Hechos de la vida, por Alejandro Moreno

Los dos hombres ríen mientras la muchacha les sirve la comida y renueva los dos vasos de vodka. Uno de ellos le hace una reverencia cálida a la muchacha para agradecer que les sirva. El hombre que ha hecho la reverencia está muy alegre de ver a su amigo después de tantísimos años. Las carcajadas de ambos vibran, hay algo de melancolía en esas risas. A pesar de la alegría que se desborda en la mesa hay algo de despedida en aquel encuentro.  Ya no se verían nunca más, a pesar de que los dos vivirán muchos años más después de ese encuentro. Pero no se verán más, son simplemente los hechos de la vida. del mismo autor Compartir en Gente que ayuda Quiero patrocinar
El barbero, por Alejandro Moreno
88b, José Alejandro Moreno Guevara

El barbero, por Alejandro Moreno

Me cuentan que pasó exactamente como yo se los voy a contar. Hubo en Cumaná un barbero. Este barbero sabía de todo un poco. Su mujer Honorina no era bonita, tampoco era fea. De vez en cuando el barbero y Honorina se sentaban en el porche de la casa a agarrar fresco, digámoslo así. El barbero tenía una botella de ron guardada en una alacena y cada tarde del sábado se echaba un palo, pero solo los sábados. La mujer del barbero, Honorina, no tomaba, solo lo hacía él. Así, pasaron cuarenta años y otro poquito.Una tarde después de volver del cine Pichincha, el barbero murió. Su mujer, Honorina, lo lloró como debe llorarse a un marido que ha sido bueno cuarenta años y otro poquito. Velaron al barbero. Honorina estaba triste. El siguiente sábado después de la muerte del barbero, Honorina abrió la...
La flor, por Alejandro Moreno
74b, José Alejandro Moreno Guevara

La flor, por Alejandro Moreno

Aarón está ensimismado en sus pensamientos. La enfermera lo entusiasma para que al menos camine por el pasillo del hospital Vargas. Finalmente le hace caso y da un pequeño paseo. En esas anda cuando se detiene ante una sencilla florecita del jardín del pasillo. Aarón viaja a su pasado: aquella floristería en donde tantas veces tuvo momentos de serena alegría. Los capullos de Galipán que lo hacían feliz. A Aarón probablemente le quedan pocos días de vida y aun así no puede evitar sentirse feliz contemplando el jardincito del hospital. Le canta una canción mentalmente a la flor y luego vuelve a su cama con un poco de felicidad en los ojos. del mismo autor Compartir en Quiero patrocinar
Tía Auristela, por Alejandro Moreno     
65a, José Alejandro Moreno Guevara

Tía Auristela, por Alejandro Moreno     

La verdad sea dicha, no hay manera de sorprender a mi tía Auristela. Al menos no le he visto una cara de sorpresa desde que tengo uso de razón. Parece ser una mujer muy seca, sin embargo, una vez me contó mi hermano Martín que una noche descubrió a la tía Auristela cantando. Yo he tratado de imaginar eso y la verdad es que no hallo manera de hacerlo. La tía Auristela era más amarga que un almendrón.Martín insiste en que cuando él era chiquito, una noche se levantó a orinar y yendo al baño empezó a escuchar como un murmullo melodioso y, a pesar de que tenía miedo, se fue acercando a un pequeño bosque de helechos del patio, desde donde escuchaba salir el murmullo. Y que entonces al darse cuenta que alguien se acercaba, la tía Auristela dejó de cantar y disimuló como que estaba regando los he...
Condenao monte, por Alejandro Moreno
60a, José Alejandro Moreno Guevara

Condenao monte, por Alejandro Moreno

A Ismael le dijeron que su abuela Claudia se había ido para el monte, y que por eso no la iba a ver más. El pobre Ismael quiere saber qué monte es ese para irla a buscar y traerla de vuelta para que jueguen carga la burra. Nadie le ha sabido explicar dónde queda ese monte. No sabe ya qué hacer para que alguien en la casa le explique con calma cómo hace para llegar hasta ese lugar adónde se fue su abuela. Ya ha intentado como tres veces y nada, sale de la casa y camina un largo rato y no ve ningún monte. No se dará por vencido tan fácilmente, pero también sabe que sus recursos no son infinitos, sobre todo porque está chiquito. Ismael no es loco, sabe que con siete años es muy poco lo que podrá hacer él solo para para encontrar a su abuela Claudia. Ya tiene tiempo sin verla y de verdad...
El jobito, por Alejandro Moreno
51a, José Alejandro Moreno Guevara

El jobito, por Alejandro Moreno

Casi nadie lo sabe pero el poeta Ramos Sucre era amante del jobito. Ciertamente nadie pudiera pensar que él fuera fanático de una fruta que solamente se ve en una temporada muy corta en Cumaná. Y uno pudiera preguntarse si le gustaban las frutas de temporada corta por qué no fue fanático de la ciruela. El caso es que le gustaba el jobito y nadie sabe por qué. Es probable que alguna noche tomara una escudilla de peltre, pusiera veinte jobitos y empezara a comer hasta saciar sus ganas. Nadie puede estar seguro de que lo hiciera pero  habiendo escrito todo lo que escribió uno llegaría a pensar que sí lo hizo.del mismo autor 
La locura de escribir – Alejandro Moreno
36b, José Alejandro Moreno Guevara

La locura de escribir – Alejandro Moreno

La novela arrancaba con un halo de ternura que lo conmovió casi desde la primera línea. Avanzaba como cayendo en un abismo tranquilo, como si en aquellas páginas estuviera su vida. Esto lo contaminaba de tal manera que era imposible sustraerse a esa toxicidad. Ya había sucumbido a la noche del asombro. Cuando se percató ya había chocado la madrugada insomne con el alba. Solo halló con tristeza las últimas líneas de la novela: el primero de enero había aterrizado. del mismo autor
El turpialito que lo llama – Alejandro Moreno
25b, José Alejandro Moreno Guevara

El turpialito que lo llama – Alejandro Moreno

Otilio se está meciendo en su chinchorro. La brisa es un guarapo que lo adormece. Cae en un sopor muy dulce que le acomoda el alma. Piensa en su mamá y en los pajaritos y en las canciones y en la vida. A pesar de que tíene dolor, le echa vaina a su amigo Henry, que lo ayuda a incorporarse del chinchorro. En un pocillo de peltre se echa el último guamazo. Con un gesto de  ternura toma el cuatro y lo acaricia. Su bigote canoso se está quedando dormido y un turupialito lo llama. Otilio abre los ojos y con la resolana de  la serenata del turpialito se despide. Y en medio del bochinche de las Chispitas que lo duermen alza su vuelo. del mismo autor
El profesor de inglés – Alejandro Moreno
21b, José Alejandro Moreno Guevara

El profesor de inglés – Alejandro Moreno

La Unidad Educativa Fidelina Bracho de Villalobos es el único liceo de San Alejandrino de Yaguarumal. Nunca ha tenido profesor de inglés porque nadie habla inglés en San Alejandrino y tampoco nadie que hable inglés ha querido ir para allá a vivir. Los muchachos verán su primera clase desde que el liceo fue fundado hace ya once años. Todos esperan al profesor con ansias. Debe estar llegando en un par de horas porque el camino es largo. Nadie lo ha visto nunca, nadie sabe cómo es el profesor. Unos dicen que es un gordito de lentes, alguien corrobora esto porque un tío suyo es chofer entre San Alejandrino y Las Taparitas y allá lo vieron hace dos días ya. Otros dicen que no, que el profesor es un Flaco y que se parece a Herman Monster, porque el papá de un alumno que siempre viaja se...
La oficina de Arelys,<br/>por Alejandro Moreno
117c, José Alejandro Moreno Guevara

La oficina de Arelys,
por Alejandro Moreno

Las oficinas ministeriales suelen ser lugares muy húmedos. Y esa humedad proviene casi siempre de corazones que lloran. Casi nadie lo sabe, pero tan ilusoria y vana es la tristeza como la felicidad más desbordante. Y quizás por esa razón Arelys no tuvo motivo para llorar aquella tarde en que le comunicaron que la editorial en donde había trabajado los últimos catorce años ya no era más. Pensó en su escritorio y en su máquina, aquel espacio le era tan cómodo como la cuna de su sobrina Andrea. No tuvo tiempo para eso que su mamá llamaba "la dulce congoja del ayer". Solo miró el largo pasillo que ya no vería más. Y el camino de salida fue una larga sopa. Prefirió bajar las escaleras y perdida en su descenso oyó de nuevo y por última vez la música de aquel murmullo alegre que le agujereaba el ...
Valmore Malavé, por Alejandro Moreno
110b, José Alejandro Moreno Guevara

Valmore Malavé, por Alejandro Moreno

Valmore Malavé era un hombre muy ecuánime. Toda la gente de su calle lo llamaba "El Tranquilito". A Valmore le parecía muy tierno que le dijeran así, y aunque odiaba los apodos ofensivos aquel le parecía tierno. Amarilis, su mujer, en cambio era un tizón de candela y cualquier cosa la enfurecía. Un día se oyeron unos disparos. Fueron tres tiros secos sin escándalo. La gente del barrio salió de sus casas y vieron a Amarilis pistola en mano y con los ojos rojos de llanto. Nadie se atrevió a entrar a la casa. Todos temían lo peor.  Nadie entendía lo que estaba pasando. Valmore "El Tranquilito" salió de la casa muy calmado como era él. La diferencia fue quizás que solo traía un paño en la cintura. Todos se calmaron porque Valmore estaba vivo. Amarilis no dijo nada. Tres días después Amarilis e...
Un cuento de Nueva York, por Alejandro Moreno
81a, José Alejandro Moreno Guevara

Un cuento de Nueva York, por Alejandro Moreno

Nueva York, la verdad sea dicha, muestra su corazón a muy pocos. Y Marty Pilletti es uno de esos pocos a los que esta ciudad ha mostrado el corazón. Marty es un buen carnicero del viejo Bronx. A sus 39 años permanece soltero y vive con su madre.Una noche la madre de Marty le insiste para que vaya a bailar al Star Dust, quizás conozca a alguna chica. El Star Dust es un descomunal salón de baile en donde italianos, judíos y algunos puertorriqueños coinciden para beber, fumar y bailar al ritmo de las big bands que, desde la tarima, marcan con su cadencia lo que se haga en la pista de baile.Marty, la verdad, no tiene muchas ganas de ir al Star Dust. Piensa que será lo mismo de siempre, pero ante la insistencia de su madre se pone su bonito traje azul, se pone de acuerdo con Angie, su mejor ami...