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Álvaro Ríos

El parque, por Álvaro Ríos
72a, Álvaro Ríos

El parque, por Álvaro Ríos

El parque de la ciudad es hermoso.Bueno, eso dicen.Yo siempre quise conocerlo.En varias ocasiones le pedí a mi mamá que me llevara, pero ella decía que la cosa estaba mal. Insinuaba que, una vez allí, había que costear los perros calientes, el refresco y quizá hasta un helado. Y luego, al salir, de seguro se me antojaría entrar a las atracciones mecánicas que había al pasar la calle, y eso significaba…Esas palabras las escuché muchas veces, de modo que, por largo tiempo, ir al parque fue un sueño imposible.Un día mi amigo Sebas vino a visitarme. Llevaba unos guantes de beisbol y una pelota que su padre le había regalado.—Vamos al parque —dijo—, allá jugaremos.—Pero, ¿cómo lograremos entrar?—Pierde cuidado, sé de un agujero en la parte de atrás, será pan comido.En efecto, así lo hicimos.Pas...
Que parezca un accidente, por Álvaro Ríos
70a, Álvaro Ríos

Que parezca un accidente, por Álvaro Ríos

Alguien, no recuerdo quién, una vez me habló de ese pueblo perdido en el sur del país. Se me hacía difícil comprender como un sujeto cercano a ese lugar haya podido molestar al jefe de tal manera que merezca un pasaje gratis al más allá. Pero bueno, a mi qué diablos me importa, yo sólo debo cumplir con el encargo. Aunque, ahora que lo recuerdo, ese pedido especial “que parezca un accidente” me tiene pensativo.Por otro lado, ni siquiera sabía que se podía volar hasta allí, aunque en un avión desvencijado: hacía años que no veía uno de hélices.Llegamos con el sol de la mañana.Y justo a la salida del exiguo aeropuerto, advertí la presencia de un viejo calvo y mal vestido que sostenía un pedazo de cartón con mi nombre, por cierto, mal escrito. Subí al auto del viejo y en pocos minutos llegamos...
Una parábola al vacío*, por Álvaro Ríos
68a, Álvaro Ríos

Una parábola al vacío*, por Álvaro Ríos

La película casi comenzaba cuando de pronto la abuela, como de costumbre, me hizo el llamado de atención: —Deja de usar la silla del abuelo, ¿no ves que está estropeada? Un día de éstos colapsará y recibirás un buen trancazo por tonto. Desde luego, dejé sin efecto su recomendación. Pasada una hora y antes de la persecución final, a la altura del interrogatorio que los detectives le hacen al muchacho, volví a expresar el mismo comentario: pero miren al Brad Pitt, ¡qué jovencito que se ve el condenado! ¿Quién lo diría? Lo cierto es que odié a ese imbécil: ¿cómo se le ocurre meterse con Thelma? Amo a Thelma, amo a Geena Davies. Desde que la vi en Beetlejuice (Tim Burton, 1988), he estado perdidamente enamorado de ella. A Susan, es decir, a Louise, también la amo, aunque no tant...
Fiesta, por Álvaro Ríos
44a, Álvaro Ríos

Fiesta, por Álvaro Ríos

 ¿Fiesta?Emigrar es un asunto serio, más si se tiene la edad que yo tengo.—Será como ir a una fiesta —dijo un amigo.La realidad se impuso de otra manera…Acabo de recordarlo ahora, cuando con asombro he llegado a creer que algunos escritores se copian mis vivencias.Pero, ¿cómo es posible?A Salvador Fleján lo conozco por referencias; y sin embargo, al leer su libro “Miniaturas Salvajes” me he dado cuenta que uno de sus cuentos muestra justo lo que a mí me pasó. Bueno, no exactamente, pero vaya que las similitudes son inquietantes:Emigré porque ya no soportaba a Elena, mi esposa. Ella la pasa bien. Tiene cierta holgura financiera pues es dueña de una modesta residencia para chicas universitarias. En cuanto a mí, desde que perdí el empleo me ha tratado a las patadas.Un día, cansado de tanto ma...
La niña del cundiamor, por Álvaro Ríos
42a, Álvaro Ríos

La niña del cundiamor, por Álvaro Ríos

A mí nadie me engaña. Bueno, eso creo. Entiendo que tal rasgo lo heredé de la abuela. En su caso era una tarea casi imposible. Hoy en día es difícil que alguien pueda engañarme, pero hace años, cuando era un adolescente, una niña —que quizá no lo era—, pudo hacerlo. Todo comenzó cuando viajé con mi abuela de vacaciones a un pueblo del oriente del país. Siendo pasajeros de un Mercedes —porque, aunque ustedes no lo crean, aquel autobús era un Mercedes—, en medio de una molestia mi abuela me pidió que le sostuviera un libro, una edición de la obra de un escritor venezolano de origen oriental. Abrí el libro y entonces algo me llamó la atención: —¿La niña del cundiamor? ¿Cundiamor con “i”? —pregunté. —Así le dicen los orientales —dijo la abuela. —Pero, Andrés Bello, ¿qué diría...
El nudo de la corbata – Álvaro Ríos
32b, Álvaro Ríos

El nudo de la corbata – Álvaro Ríos

Soy un gran admirador de César Aira, creo que es el mejor novelista latinoamericano de hoy en día. Claro, puedo estar equivocado, pero, ¿a quién le importa? Imagino que si a usted le apasiona el tenis daría cualquier cosa por conocer a Roger Federer, o a Brad Pitt si ama el cine. En mi caso daría lo que fuera por conocer a César Aira, de sólo pensarlo me emociona. Pues bien, a mí me pasó. Fue hace un par de años, cuando fuimos a instalar un cable de fibra óptica desde La Plata hasta Bahía Blanca en la República Argentina. Nada fuera de lo común, a eso nos dedicamos en muchos países; sin embargo, el asunto se volvió más que interesante cuando el jefe mencionó sobre construir una estación en Coronel Pringles. Este hombre debe estar bromeando, pensé; pero no, la cosa iba en serio....
Un cuento de navidad – Álvaro Ríos
26b, Álvaro Ríos

Un cuento de navidad – Álvaro Ríos

Aquella mañana era Navidad y me sentía solo como una pluma en el desierto. Mientras preparaba café escuché un cornetazo. Salí a la calle y observé al Tarro haciendo señas para que me acercara al auto. "Te invitó a Valera", dijo. "Pero eso queda a tres horas", señalé. "¿Acaso piensas que te llevaré en el lomo? Además, será mejor que permanecer solitario haciendo nada… Ve y busca una muda. Te espero". Y yo, que todo lo pienso, esa no la pensé, así que nos fuimos y a medio día ya avanzábamos por la calle que nos llevaría a la posada. Por la noche la pasamos de lo lindo en casa de una de sus amigas. Durante la velada habló como loro. Cuando alguien me dirigía la palabra y preguntaba algo él respondía por mí. Su actitud me tenía irritado; sin embargo, y como ya descorchábamos la segund...
Email para un amigo editor – Álvaro Ríos
21a, Álvaro Ríos

Email para un amigo editor – Álvaro Ríos

Hola Julio, es un placer escribirte, esta vez para agradecerte la comunicación que acabo de recibir de tu parte como respuesta a un correo electrónico que te envié hace más de un año. La verdad agradezco mucho que te hayas acordado de mí. He sabido que andas por Italia. También me han dicho que te han visto encariñado con una dama romana que está más buena que la pizza que hornean por allá. Pero, lo más importante, me has informado que ahora trabajas para la editorial Bompiani. En relación a esto último quería preguntarte: ¿Efectúas el mismo trabajo que hacías aquí en Caracas? ¿Eres encargado de alguna publicación? Te lo pregunto porque hace poco escribí unos textos que pudieran interesarte, incluso me gustaría saber si me autorizas a enviártelos por esta vía. Debo decirte que despué...
Libros que no existen – Álvaro Ríos
17b, Álvaro Ríos

Libros que no existen – Álvaro Ríos

Hace poco leí un artículo sobre libros que no existen. Al igual que el autor, a mí también me pareció que tal cosa sólo pudo haber sido idea del mismísimo Borges. ¿Quién más pudo haber reseñado un libro irreal? La presentación de un libro puede hacerlo cualquiera, es lo más natural del mundo, incluso cada día se hacen por miles y hasta usan zoom y vaya usted a saber qué otras herramientas tecnológicas. Muy trivial… En cambio, sería muy atractivo mostrarse frente a un público, incluso detrás de cámaras, y hacer la presentación de un libro que sólo existe en la mente de un extraño. Imagínese que lo pillen a uno en esas andadas. La sanción sería de peso. Quién sabe si habrá alguna legislación que castigue tal atrevimiento. Eso sin contar el delito de vender un producto inexistente. De no habe...
Novelista del montón – Álvaro Ríos
18a, Álvaro Ríos

Novelista del montón – Álvaro Ríos

La verdad, la mera verdad, no quisiera preocuparme tanto, la vara está muy alta, demasiado, y nosotros los malos escritores difícilmente alcancemos la cima, y si por casualidad lo hiciéramos, siempre vendrá alguien para impugnarlo, porque las cosas son así, la gente suele opinar diferente. Dicho de otra forma, por toda la eternidad las críticas serán negativas, en nuestro caso porque hemos nacido con el santo de espaldas. El universo en nada se beneficia con nuestra obra, incluso le es desfavorable: la fortuna no empapa a los chapuceros, ni siquiera siendo presa de una metamorfosis, y no piense usted que Kafka y Samsa tienen qué ver en esto, de ninguna manera. El escritor que acaricia la gloria vino al mundo con esa estrella, el tiempo opera en él, lo transforma hasta convertirlo en ...