News That Matters

Alfredo Behrens

Serenidade pirenaica,<br/> por Alfredo Behrens
Alfredo Behrens, 225c

Serenidade pirenaica,
por Alfredo Behrens

leer en español         Saí de casa sem intenção particular, a alma filosófica em modo de espera. No caminho habitual, passei pela casa em obras que já conheço de cor — essa ruína perpétua que há meses não cai nem se ergue, suspensa num estado de impermanência filosófica, se não fosse simplesmente má gestão. A novidade do dia era modesta: tinham finalmente derrubado aquela árvore inútil que tapava a vista para o terreno. E foi precisamente quando a paisagem se abriu que a vi.Ou melhor, que as vi. Duas cabras. Uma empoleirada na janela do primeiro andar, outra logo abaixo, ambas imóveis, contemplando-me com aquela serenidade pirenaica que só os ruminantes conseguem projetar. Não era um olhar de desafio nem de medo — era pura observação, como se eu fosse um fenómeno meteorológico passageiro ...
Serenidad pirenaica,<br/> por Alfredo Behrens
Alfredo Behrens

Serenidad pirenaica,
por Alfredo Behrens

ler em português         Salí de casa sin ningún propósito concreto, con el alma filosófica en modo espera. Por el camino habitual, pasé por delante de la casa en obras que ya conozco de memoria, esa ruina perpetua que lleva meses sin caer ni levantarse, suspendida en un estado de impermanencia filosófica, si no fuera simplemente por mala gestión. La novedad del día era modesta: por fin habían talado ese árbol inútil que tapaba la vista del terreno. Y fue precisamente cuando se abrió el paisaje cuando la vi.O mejor dicho, cuando las vi. Dos cabras. Una encaramada en la ventana del primer piso, otra justo debajo, ambas inmóviles, contemplándome con esa serenidad pirenaica que solo los rumiantes pueden proyectar. No era una mirada desafiante ni temerosa, era pura observación, como si yo fuer...
O livro errado,<br/> por Alfredo Behrens
Alfredo Behrens, 224c

O livro errado,
por Alfredo Behrens

leer en español Pedro autografava exemplares sem parar naquela tarde, a tinta da caneta manchando seus dedos tanto quanto o vinho manchava seus lábios. A fila serpenteava entre as estantes da livraria, interminável, e ele agradecia a cada rosto que se aproximava com seu romance nas mãos. Mas então ele a viu. Ela também o olhava de seu lugar na fila, e algo se acendeu no ar entre os dois, uma corrente que atravessava as cabeças daqueles que esperavam. Quando finalmente chegou a vez dela, os dois sorriam como se compartilhassem um segredo. Conversaram brevemente, mas intensamente, aquele tipo de conversa em que cada palavra parece dizer mais do que realmente diz e nem se lembra do que foi dito. Antes de ela ir embora, Pedro pegou um dos livros da mesa e pediu que ela escrevesse seu nome ...
El libro equivocado,<br/> por Alfredo Behrens
Alfredo Behrens

El libro equivocado,
por Alfredo Behrens

ler em portuguêsPedro firmaba ejemplares sin pausa aquella tarde, la tinta del bolígrafo manchándole los dedos tanto como el tinto manchaba sus labios. La fila serpenteaba entre las estanterías de la librería, interminable, y él agradecía cada rostro que se acercaba con su novela en las manos. Pero entonces la vio. Ella también lo miraba desde su lugar en la cola, y algo se encendió en el aire entre ambos, una corriente que atravesaba las cabezas de quienes esperaban.Cuando finalmente llegó el turno de ella, los dos sonreían como si compartieran un secreto. Conversaron breve pero intensamente, ese tipo de conversación donde cada palabra parece decir más de lo que dice y uno ni recuerda lo que fue dicho. Antes de que se fuera, Pedro tomó uno de los libros de la mesa y le pidió que escribier...
Um domingo em Cambridge,<br/> por Alfredo Behrens
Alfredo Behrens, 223d

Um domingo em Cambridge,
por Alfredo Behrens

leer en españolEm cidades universitárias como Cambridge, na Inglaterra, os estudantes costumam dividir casas com desconhecidos, unidos apenas pela necessidade comum de um teto. Era assim que vivia Giulia, uma estudante italiana de economia, cuja solidão chegou aos meus ouvidos através de suas reclamações casuais nos corredores da faculdade.Naquele domingo, convidei-a para almoçar com um grupo de brasileiros. O contraste foi imediato: onde ela esperava encontrar a típica reserva britânica, deparou-se com a cordialidade sul-americana. Os brasileiros a receberam de braços abertos, embora seu inglês fosse mais vacilante do que o dela, aperfeiçoado por anos de estudos na Europa.Giulia floresceu naquela mesa. Falou em inglês sobre política europeia, teoria econômica, suas lembranças de Nápoles, ...
Un domingo en Cambridge,<br/> por Alfredo Behrens
Alfredo Behrens

Un domingo en Cambridge,
por Alfredo Behrens

ler em portuguêsEn las ciudades universitarias como Cambridge, Inglaterra, los estudiantes suelen compartir casas con desconocidos unidos apenas por la necesidad común de un techo. Así vivía Giulia, una estudiante italiana de Economía, cuya soledad había llegado a mis oídos a través de sus quejas casuales en los pasillos de la facultad.Ese domingo la invité a almorzar con un grupo de brasileños. El contraste fue inmediato: donde ella esperaba encontrar la típica reserva británica, se topó con la calidez sudamericana. Los brasileños la recibieron con brazos abiertos, aunque su inglés fuera más vacilante que el de ella, pulido por años de estudios en Europa.Giulia floreció en esa mesa. Habló en inglés de política europea, de teoría económica, de sus recuerdos de Nápoles, saltando entre temas...
O cumprimento desconfortável,<br/> por Alfredo Behrens
Alfredo Behrens, 222b

O cumprimento desconfortável,
por Alfredo Behrens

leer en español        Há momentos em que o protocolo social se torna uma armadilha que nos deixa em uma situação embaraçosa. Um desses pequenos infernos cotidianos ocorre quando saímos do banheiro de uma recepção com as mãos ainda molhadas — porque o secador automático não funcionava direito ou simplesmente porque o nervosismo nos fez apressar o processo — e nos deparamos com justamente a pessoa cujo favor precisamos obter.A situação se desenrola como um filme em câmara lenta. Lá está ele ou ela, sorrindo, estendendo uma mão seca e confiante, enquanto calculamos em uma fração de segundo as opções disponíveis. Disfarçar secando rapidamente na calça ou na saia? Muito óbvio. Fingir que não vimos a mão estendida? Impossível sem parecer rude. Explicar a situação? Pior ainda.Então chega o momen...
El apretón incómodo,<br/> por Alfredo Behrens
Alfredo Behrens

El apretón incómodo,
por Alfredo Behrens

ler em português        Hay momentos en los que el protocolo social se convierte en una trampa porque nos deja mal parados. Uno de estos pequeños infiernos cotidianos ocurre cuando abandonamos el baño de una recepción con las manos aún húmedas—porque el secador automático funcionaba a medias o simplemente porque el nerviosismo nos hizo apurar el proceso—y nos encontramos de frente con precisamente la persona cuyo favor necesitamos conseguir.La situación se despliega como una película en cámara lenta. Ahí está él o ella, sonriendo, extendiendo una mano seca y confiada mientras nosotros calculamos en una fracción de segundo las opciones disponibles. ¿Disimular secándose rápidamente en el pantalón? Demasiado evidente. ¿Fingir que no vimos la mano extendida? Imposible sin parecer groseros. ¿Ex...
O nome perdido,<br/> por Alfredo Behrens
Alfredo Behrens, 221b

O nome perdido,
por Alfredo Behrens

leer en español        Em coquetéis barulhentos, onde as conversas se fragmentam entre risadas alheias e copos que se chocam, o momento das apresentações costuma se perder no ruído ambiente. Foi o que aconteceu com aquela mulher que me apresentaram em meio à agitação de uma receção: captei seu interesse, intui que eu também havia despertado o dela, mas seu nome se dissipou no barulho da sala.O que se seguiu foi uma caçada silenciosa ao longo de toda a noite. Tornei-me um detetive amador, esperando que alguém a chamasse pelo nome, que ela respondesse quando mencionassem algum nome aleatório, que qualquer pista me revelasse essa informação fundamental que eu deveria ter tido desde o primeiro minuto. Cada conversa em grupo era uma oportunidade perdida, cada troca casual uma frustração crescen...
El nombre perdido,<br/> por Alfredo Behrens
Alfredo Behrens

El nombre perdido,
por Alfredo Behrens

ler em português        En los cócteles ruidosos, donde las conversaciones se fragmentan entre risas ajenas y copas que chocan, el momento de las presentaciones suele perderse en el ruido ambiente. Así me ocurrió con aquella mujer que me presentaron entre el bullicio de una recepción: capté su interés, intuí que yo también había despertado el suyo, pero su nombre se esfumó en el vocerío del salón.Lo que siguió fue una caza silenciosa a lo largo de toda la velada. Me convertí en un detective aficionado, esperando que alguien la llamara por su nombre, que ella respondiera cuando mencionaran alguno al azar, que cualquier pista me revelara esa información fundamental que debería haber tenido desde el primer minuto. Cada conversación grupal era una oportunidad perdida, cada intercambio casual u...
El caimán negro,<br/> por Alfredo Behrens
Alfredo Behrens

El caimán negro,
por Alfredo Behrens

 ler em português         La tarde caía sobre San Ignacio como una red púrpura tendida entre los árboles. Horacio había regresado de sus recorridos por el monte con esa fatiga dulce que deja el trabajo honesto, cuando la naturaleza le preparó una de sus bromas más siniestras. Recostado en su hamaca, con el machete al alcance de la mano y la botella volcada a sus pies, leía por enésima vez El tonel de amontillado, cuando un ruido extraño lo distrajo de las páginas. Era como si la selva misma respirara con dificultad. El caimán apareció de pronto, surgió de las aguas lodosas del arroyo con la lentitud terrible de los grandes lagartos. Pero había algo anormal en sus movimientos; se arrastraba hacia él con la torpeza de quien carga algo demasiado pesado. —Patrón... —la voz llegó ahog...
O Jacaré negro,<br/> por Alfredo Behrens
Alfredo Behrens, 219d

O Jacaré negro,
por Alfredo Behrens

 leer en español        A tarde caía sobre San Ignacio como uma rede púrpura estendida entre as árvores. Horacio havia regressado de suas andanças pelo mato com aquela fadiga doce que deixa o trabalho honesto, quando a natureza lhe preparou uma de suas brincadeiras mais sinistras.Deitado em sua rede, com o facão ao alcance da mão e o garrafão virado a seus pés, lia pela enésima vez O barril de amontillado, quando um ruído estranho o distraiu das páginas. Era como se a própria selva respirasse com dificuldade.O jacaré apareceu de repente, surgiu das águas barrentas do riacho com a lentidão terrível dos grandes lagartos. Mas havia algo anormal em seus movimentos; arrastava-se em sua direção com a torpeza de quem carrega algo pesado demais.—Patrão... —a voz chegou abafada, rouca, das profunde...