Piel de sombra,
por Soledad Morillo Belloso
Las nubes grises también forman parte del paisaje, como los silencios que no interrumpen, que acompañan. A veces no están en el cielo, sino en mi pecho. Se instalan sin permiso, suaves como una manta, persistentes como el recuerdo de lo no dicho. No predestinan tormenta, anuncian pausa.
Aprendí a dejarlas llegar sin resistencia. Hay días en que no busco despejarme, sino quedarme debajo de ellas, sentir su peso sin traducirlo. En ese gris hay honestidad: no exige explicación. En ese cielo opaco hay tregua, una forma de estar sin justificarme.
Mi cuerpo también tiene paisajes, y no todos son claros. A veces mi alma se nubla, por necesidad de recogimiento. En ese permanecer bajo un cielo incierto, descubro la ternura de lo que no brilla. La rendija está ahí, aunque cueste verla.
A ve...