El iluso, por José Manuel Peláez
Siempre me han parecido las plazas, locales de espectáculo sin programa. Uno siempre encuentra algo que le llama la atención: desde una ardilla perseguida por un gato hasta una pelea de niños que se convierte en una pelea de padres. En esta oportunidad, llamó mi atención un grupúsculo reunido alrededor de un hombre subido a un banco desde el cual predicaba tal cual las imágenes que yo recordaba de los profetas en los libros de Historia Sagrada.
El centro de su prédica estaba en convencer al escaso y efímero auditorio de que era ridículo esperar que los problemas del mundo y del planeta se fueran a resolver por iniciativas sociales, nacionales, internacionales o planetarias.
─ ¡La ONU nunca conseguirá la paz mundial! ─ gritaba a pleno pulmón ─ pero tú sí puedes sembrar paz.
Dos ci...