2.000,
por José Manuel Peláez
Desde que inicié mi colaboración con Atril disfruto y sufro con ella. Me explico: disfruto escribir, de que lo que escribo pueda agradarle a algunas personas y también disfruto el compartir espacio con quienes todavía defienden la lectura más allá de las crípticas simplificaciones a las que los medios sociales han reducido el lenguaje y también las ideas.Sin embargo, también sufro porque Luli, la jefa, tan heroica en comandar la iniciativa de esta publicación semanal contra viento y marea, es igual de feroz a la hora de mantener los 2.000 caracteres como el límite máximo que podemos utilizar. En algunas ocasiones, cuando termino la primera versión de un artículo que me gusta mucho y me doy cuenta de que tiene 2.967 caracteres creo imposible reducir la “grandeza de mis ideas” en 967 caract...