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Helena de Troia,<br/>por Alfredo Behrens
161c, Alfredo Behrens

Helena de Troia,
por Alfredo Behrens

 leer en españolread it in English      Eu tinha certeza de que era ela que eu havia visto com Pólux, naquela calçada de Porto.Voltei-me e a encontrei. Helena. O rosto que lançou mil navios. Aproximei-me."Tem fogo?" perguntei.Ela sorriu. Alcançou sua bolsa. Tirou um isqueiro."Claro," ela disse.Ela se inclinou para perto. Senti seu perfume. O isqueiro faiscou. Vi coisas.Troia em chamas. Gritos no ar. Homens morrendo. Bronze contra bronze. Sangue no chão.Helena fugindo. Páris com ela. Aquiles caindo. Uma flecha em seu calcanhar.As visões terminaram. Olhei em seus olhos. Profundos. Antigos, e sabendo do Pátroclo em mim.Dei uma tragada. "Obrigado," eu disse."De nada," ela respondeu.Ela se afastou. Eu a observei partir. A fumaça tinha gosto amargo.Entendi então. Por que lutaram por ela. Por que...
Writing by hand,<br/> by Clifford Thurlow
161c, Clifford Thurlow

Writing by hand,
by Clifford Thurlow

leer en español      Writing by hand in the days of keyboards has become an art form, an anachronism, even an act of anarchy.When you write with a pencil you can smell the graphite, with a pen the resins and wax. The words as they loop across the page awaken something emotional and vaguely nostalgic.For Zen monks, painting is a meditation. They keep the tip of the brush, their elbow and heart in a perfect triangle. This discipline allows the work to ‘happen’ without concern for rules or perspective. In the same way, writing by hand taps into a different part of your brain and uncovers feelings you never knew you had.When I complete a story or a chapter of a book, I print out the pages and read them in the living-room rather than my office. It is smart to surprise the work by changing the r...
Una furtiva mirada,<br/> por José Manuel Peláez
161c, José Manuel Peláez

Una furtiva mirada,
por José Manuel Peláez

Un mundo feliz debe ser un mundo sin mendigos. Un mundo donde nadie necesite una limosna y mucho menos suplicar por ella.La harapienta mujer se arrodilla en el suelo y allí apoya los codos, esconde su cabeza entre los antebrazos y las manos abiertas al cielo indican que no reza, sino que espera una limosna. La imagen es de total sumisión.Cuando le conté a Manolo lo que me afectó ver aquella mujer en la entrada del Metro, Manolo no dijo nada. Comencé entonces a azuzar algún tipo de discusión a las que es tan afecto y de las que siempre saca conclusiones, pero Manolo simplemente se despidió y desapareció para mi desconcierto.Días después, me confesó que mis palabras le habían dado miedo.Hacía muchos años, en otra ciudad, Manolo siempre veía un mendigo que se ubicaba en un semáforo. No pedía ...
La luciérnaga,<br/> por Javier David Volcán
161c, Javier D Volcán

La luciérnaga,
por Javier David Volcán

Desde hace algunas noches, cuando Margarita llega del trabajo, se ha percatado de que un hombre joven está en el balcón del edificio de enfrente fumando sin camisa. Ayer se acercó a su ventana para espiarlo y sintió un poco de frío que entraba. No entendió como él podía estar así descubierto con esa temperatura. Con las luces apagadas, se quedó viéndolo, mientras terminaba con la última pitada. Contuvo la respiración y dejó salir una gran bocanada de humo. Tomó la colilla entre sus dedos y la puso en un vaso que tenía en sus manos.Ella se puso los lentes y trató de detallarlo. Su cuerpo no tenía vellos. Parecía de un poco más de 30 años. El cabello desordenado, pero bien cortado. Corrió la cortina y se escondió.Hoy cuando llegó, dejó sus cosas en el cuarto. Se cambió y fue a la cocina. Cad...