
Fuente: https://www.recraft.ai/
Desde hace varios días estoy pensando en que “casi” es una palabra que aunque tiene pocas letras y muchas veces pasa desapercibida, después de todo es importante. Cuando se usa para algo malo que no pasó —casi me caigo, casi se quema— bienvenida sea: hubo una salvación de último momento que hizo que no pasara a mayores.
Pero cuando “casi” se usa para algo bueno que no pasó, ahí se pone más difícil, porque se trata de algo que estuvo a punto de ser pero que no cuajó, o tuvo un chance que no aprovechó, o el viento de la fortuna no sopló a su favor.
Y ahí me pongo a pensar en la cantidad de casis que tenemos todos en nuestro historial. De nuevo: cuando nos salva de algo malo, se hacen más confesables, pero lo contrario lo hace más reservado. Uno no anda por ahí contando a los cuatro vientos que casi se casó con esa persona, o que casi estudió tal carrera, porque en el fondo vendría envuelto en una excusa que habría que aclarar a renglón seguido.
Eso sin contar los inventos, descubrimientos y pactos que se quedaron en el tintero del “casi”, y que una y otra vez lamentamos —sea por historia o a título personal— que no hayan podido ser.
Ahora, cuando a la pobre se le pone más cuesta arriba es cuando la repetimos y decimos “casi, casi”. Ahí sí, es algo que dejó de ser por un hilo y que nos aprieta la garganta cada vez que lo recordamos.
Me puse de oficio a escribir sobre el asunto porque tengo varios días con la idea revoloteando… aunque casi la abandono cuando vi en las redes que una paloma trató de hacerle un nido a su amiga gata al enterarse de que estaba embarazada. Casi me desvío…

Fue Directora Ejecutiva de la Fundación Andrés Mata de El Universal de Caracas, y Gerente del Centro de Documentación de TV Cultura de São Paulo. Es autora de varios libros y crónicas.
delgado.luli@gmail.com