
Fotografía de Joséphine Brueder. Ciudad de París.
Fuente: https://www.paris.fr/
Rio de Janeiro no se concebiría sin sus playas. La montaña a un lado y el mar enfrente, la ciudad se extiende en el medio y es difícil encontrar un lugar desde donde no se vea o se adivine el agua. Una de las escenas callejeras más comunes es ver gente con ropa de baño que va o viene de tomar sol, jugar vóley en la arena, o juntarse con amigos a cantar un “pagode”. Tampoco es extraño ver al anochecer gente, todavía en traje de baño, tomarse una cervecita en alguno de los muchos bares de la ciudad. Así son los cariocas, gentilicio de quien nació en la Cidade maravilhosa, como también es llamada Rio de Janeiro.
París en cambio es tierra de museos, de intelectuales, de monumentos y construcciones impresionantes, de arte y cultura, de siglos de historia. Es la primera imagen que viene a la mente al imaginarse esta ciudad.
Resulta que para los juegos olímpicos de 2024 el gobierno francés invirtió mil cuatrocientos millones de euros en la gestión de limpieza de aguas residuales y plantas de tratamiento del río Sena y a partir de ese momento las aguas, que ya eran navegables, después de más de cien años pasaron a ser también “nadables”, si es que existe el término. Nada, que el Sena se pone traje de baño, se echa un poco de bronceador y se prepara para el verano. París, por fin, se permite un chapuzón.
Ya había antecedentes. Desde el verano de hace como veinte o más, ya se había venido colocando arena en las márgenes del río para que la gente tomara el sol, el llamado París plages, pero hasta ahí. Ahora, París, por fin, se permite también tirarse al agua, sobre todo con la ola de calor que castiga a Europa. Los parisinos van a poder saborear un pedacito de la vida que los cariocas disfrutan del otro lado del océano. Van a salir de sus casas en ropa de playa, un bolso con toalla y protector solar y vive l’été et la Seine.
Falta que empiecen a vender agua de coco en el Quartier Latin y que alguien grite: “Olha o mate, galera!” desde una bicicleta, o que surja una “batucada” a orillas del Sena y algún parisino se anime a bailar descalzo. Como tampoco sería de extrañar que dentro de poco en el Louvre aparezca un cartel advirtiendo que está terminantemente prohibido entrar en traje de baño o sin camisa. París bien vale una zambullida…

Fue Directora Ejecutiva de la Fundación Andrés Mata de El Universal de Caracas, y Gerente del Centro de Documentación de TV Cultura de São Paulo. Es autora de varios libros y crónicas.
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